Boda en el hotel huerto
del cura de elche

Como fotógrafo de boda en Alicante, me encanta cuando una pareja celebra su día en un lugar con tanta personalidad como el Hotel Huerto del Cura en Elche, siendo ellos mismos y disfrutando de principio a fin. La boda de Celín y Tony fue justo eso: cercana, llena de risas, emoción y energía de la buena.

Cuando hablamos de una boda en el Huerto del Cura, estamos hablando de celebrar en mitad de un oasis. Literalmente. En el corazón del palmeral de Elche, este hotel es un lugar brutal para casarse si buscas algo especial, sin perder el punto elegante. Es un sitio que tiene ese equilibrio perfecto: tropical, íntimo, con mucho rollo. Como fotógrafo de bodas en Alicante, he trabajado en muchos lugares con encanto, pero el Huerto del Cura tiene ese algo diferente que lo convierte en una joya si quieres que tu boda tenga personalidad.

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Desde que llegamos, la cosa prometía. Empezamos con Tony, el novio, que se vestía en una de las habitaciones del hotel rodeado de sus dos amigos y sus padres. Ya desde el minuto uno, se respiraba buen rollo. Nada de tensiones. Nos cambiamos incluso fuera, porque hacía un día espectacular. Así salieron fotos naturales, sin forzar nada, con esa complicidad que da estar rodeado de los tuyos. Además, Celin, la novia, preparó una sorpresa para Tony y se la dio a sus hermanas para que se la entregaran.

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Después seguimos con la novia. En otra habitación del Huerto del Cura, Celin se preparaba rodeada de sus hermanas y sus padres. Tenía claro que quería disfrutar desde el primer momento, así que arrancamos con fotos en bata con sus hermanas, también aprovechando el exterior y poniéndonos creativos dentro, en la bañera, en plan fiesta. Colgamos el vestido fuera para sacar partido a la luz natural y al espectacular entorno lleno de palmeras. Ya vestida, hicimos algunas fotos más tranquilas con su familia, pero sin perder ese aire relajado y divertido. Poco a poco fueron llegando sus amigas, que se sorprendieron muchísimo al verla ya de novia.
 

La ceremonia se celebró en uno de los jardines del hotel, justo en una zona donde una palmera se tumba tocando el suelo. Una pasada. La disposición era perfecta: sombra natural, los invitados frente a ellos, y una atmósfera íntima pero muy viva. Fue muy emotiva. Hablaron sus personas más cercanas, hubo risas, alguna lágrima, y después el “sí quiero” con intercambio de anillos y lluvia de arroz. Elche tiene lugares bonitos, pero casarse entre palmeras milenarias tiene otro nivel.

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Después, ya con los nervios fuera, arrancó el cóctel junto a la piscina. La luz a esa hora era mágica. Antes de que empezara todo, aprovechamos para hacer un par de fotos de pareja tranquilos, sin alejarlos mucho del ambiente. Luego brindis, amigos, cervezas, abrazos, y esa sensación de “ya está, ahora sí que sí, a disfrutar”. La cena fue justo al lado, también en exterior, con luces de guirnaldas y palmeras envolviéndolo todo. Durante la cena hubo regalos a padres y hermanas, y una sorpresa especial: uno de sus amigos pidió matrimonio a su pareja. Todo el mundo lo dio todo: emoción, aplausos, abrazos, fiesta.

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Cuando la fiesta empieza, no hay quien la pare.. Ya dentro de la sala, el DJ lo petó desde el principio. Buen sonido, temazos, y cero vergüenzas. La pista se llenó y la locura se desató sin contemplaciones. Como fotógrafo de bodas en Elche, me flipa cuando la gente se suelta así, porque sabes que van a salir fotos con alma, con vida, con esa energía que no se puede fingir.